Negligencias médicas en plazas de toros

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Un grave problema, las empresas contratan equipos sin especialización en medicina taurina para abaratar costes y lo peor de todo,  los reglamentos lo permiten, al estipular como único requisito que los festejos sean asistidos por un equipo de cirujanos, sin especificar qué especialización deben tener. «Podrían poner un cirujano pediatra y sería legal, porque cumple con el reglamento», dice El Tato.

Esta terrorífica laguna legal se agrava por un afán mísero de reducir gastos -si una vida humana puede llamarse así-. «La diferencia de precio entre un equipo acreditado para la cirugía taurina y uno que no lo esté no supera los 100 euros«, dice González Masegosa.

Los casos de Escribano y David Mora reabren la lucha de los profesionales para que los festejos sean asistidos por especialistas en cirugía taurina.

«Mientras le llevaban a la enfermería, yo iba detrás viendo cómo brotaba sangre de la pierna. Al dejarle en la camilla, se formó un charco sobre la sábana y, cuando le cortaron la taleguilla, vimos que por la herida cabía mi mano. Tanto yo como la cuadrilla supimos que era algo grave, pero al médico sólo le preocupaba la brecha que tenía en la cabeza». Es el escalofriante relato de Raúl Gracia ‘El Tato’, apoderado de Manuel Escribano. La última víctima de las alarmantes negligencias médicas que se cometen en las enfermerías de las plazas de muchos pueblos españoles.

En sólo 10 días, el doctor González Masegosa, cirujano jefe del coso de Albacete, ha atendido de urgencia a cuatro profesionales. Como Escribano, David Mora, Carlos Aranda y El Niño del Barrio llegaron a sus manos milagrosas huyendo de las curas de trastienda con las que parchearon sus respectivos percances. El Niño del Barrio, con dos cornadas de 20 y 25 cm que le destrozaban los abductores y la femoral. «De no haberlo cogido a tiempo, se hubiera quedado en la mesa», dice González Masegosa. Un flashback terrorífico a los tiempos de Paquirri. Un regreso pútrido a cuando la vida de los toreros se perdía en caminos de pedernal. Ahora, medio siglo de avances médicos después.

El Tato decidió llevarse a Escribano a Albacete cuando el médico de la plaza de Belmonte (Cuenca), Javier Albendea, le dijo que sólo tenía una herida superficial y que podía irse a casa. El reguero de sangre que humedeció el patio de cuadrillas y encharcó el suelo del quirófano procedía, según Albendea, de una brecha que coronaba su frente. «Mientras nos mandaba a casa, veía como dos personas seguían dentro taponándole la cornada ya cosida», cuenta El Tato, que veía cómo le cerraban la herida sin ni siquiera limpiarle la arena ni cortarle la piel necrosada. Con la fortaleza de Escribano como único y tibio halo de calma: «Agradezco su entereza y el haber tenido a un monstruo de la cirugía taurina a 90 kilómetros. Pero, si el pitón hubiera tocado la safena o la femoral, Manuel se habría quedado en el camino«.

Las declaraciones de David Mora no son menos estremecedoras. Ni quisiera supieron anestesiarle en el quirófano móvil de Socuéllamos (Cuidad Real), mientras unas manos inexpertas, embutidas en guantes sin esterilizar, le cerraban la cornada sin advertir una trayectoria ascendente de 15 cm en la zona poplítea. «Es muy angustioso verte en manos de alguien que no sabe lo que está haciendo. Me pusieron anestesia cuatro veces y no hizo efecto. Noté cómo me hurgaban y me cosían. Y ni siquiera me metieron el drenaje por dentro. Además, había un gran nerviosismo. Conté 12 personas metidas allí mientras me operaban. Nunca he visto trabajar así», cuenta el torero.

A González Masegosa, en cambio, le bastó una exploración digital para descubrir una trayectoria de 15 centímetros en la ingle de Escribano. El pitón había roto el abductor y una arteria muscular que sangraba de forma continua. «La hemorragia pudo a haber causado un cuadro infeccioso importante», dice el cirujano, que asegura no haber vivido nunca una situación así. «Cada vez está ocurriendo en más sitios de España. Hay que tomar medidas antes de que se rompa una femoral o se produzca una herida de tórax y no de tiempo a llegar a ningún centro».El cirujano, que preside la Sociedad Española de Cirugía Taurina (SECT), ya ha propuesto medidas para combatir la situación: «Hemos redactado un reglamento único para todas las plazas y festejos, que exige a los médicos que asistan plazas de toros tener preparación en medicina taurina y una acreditación que lo certifique. Además, nos prestamos a dar formación para obtener esa acreditación, de forma que las empresas puedan contactar con nosotros para que les ofrezcamos médicos de garantía».

El presidente de la SECTE afirma barajar la posibilidad de interponer acciones judiciales: «Estamos pensando poner una denuncia conjunta entre los afectados y la SECT». A este respecto, El Tato y David Mora dicen que, aunque «hay que actuar desde la prudencia», lo ocurrido «no puede caer en saco roto». «Un torero se nos puede morir en la mesa por una cornada sin solución. Pero es intolerable que muera con una cornada que, en manos cualificadas, tenga arreglo«, apostilla González Masegosa.

Entre tanto, sus relatos recuerdan a aquella narración de Luis Spota en Más Cornadas da el hambre, donde denunciaba la precariedad de los pueblos de México allá por 1950. «Seguía desangrándose horriblemente y lo rojo, humedeciendo las pacas, caía hasta el suelo, en trágico y persistente silencio. Había que conseguir al médico. Quizá tuviera rota la femoral o cualquier otra de esas venas de nombre raro». Hoy sus líneas cobran una vigencia triste, hedionda y aterradora.

Fuente:www.elmundo.es