A pesar del progreso médico, los psicofármacos apenas han cambiado en 50 años. ¿Se ha estancado la psiquiatría? Expertos opinan al respecto.
¿Cincuenta años sin innovaciones reales?
Mientras el tratamiento de enfermedades como el cáncer o las cardiopatías ha avanzado notablemente, la psiquiatría parece haberse quedado anclada en el pasado. Desde mediados del siglo XX, los mecanismos de acción de los psicofármacos siguen siendo, en esencia, los mismos.
La revolución de los años 50 y 60
Durante los años 50 y 60 se vivió una auténtica edad de oro en la psiquiatría:
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Se descubrieron antipsicóticos que bloqueaban la dopamina.
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Los antidepresivos comenzaron a actuar sobre la recaptación de serotonina.
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Las benzodiacepinas sustituyeron a los barbitúricos al potenciar el GABA, marcando un antes y un después en el tratamiento de la ansiedad.
En pocos años, los psiquiatras pasaron de no tener apenas recursos a contar con un arsenal terapéutico básico pero eficaz.
Medio siglo de pocas novedades
El catedrático del Imperial College de Londres, David Nutt, es tajante: en 50 años apenas ha habido avances significativos. En un artículo publicado en The Lancet, critica que la investigación se ha limitado a mejorar la tolerabilidad de los fármacos clásicos, sin aportar nuevos mecanismos revolucionarios.
Según Nutt, el exceso de regulación y la rigidez metodológica están asfixiando la innovación en psiquiatría.
“Hemos fracasado muchas veces y seguimos cometiendo los mismos errores”, afirma.
¿Un estancamiento o una evolución silenciosa?
No todos los expertos comparten esa visión pesimista. Eduard Vieta, jefe de psiquiatría del Hospital Clínic de Barcelona, reconoce que muchos medicamentos actuales son variaciones de los antiguos, pero valora el progreso en la reducción de efectos adversos.
Nuevos mecanismos prometedores
Vieta destaca dos mecanismos recientes que abren una vía de esperanza:
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El muscarínico, base del antipsicótico Cobenfy (aún solo aprobado en EE.UU.).
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El glutamatérgico, que explica la eficacia de la esketamina en casos de depresión resistente.
Para él, estamos entrando en una “edad de plata” de la psiquiatría.
Las dificultades de investigar el cerebro humano
La investigación en salud mental se enfrenta a múltiples retos:
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El cerebro es el órgano más complejo del cuerpo humano.
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Falta de biomarcadores objetivos, a diferencia de enfermedades físicas.
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Diagnósticos basados en la interpretación subjetiva de pensamientos y emociones.
“No puedes preguntarle a un ratón si está triste”, recuerda el investigador Juan Carlos Leza.
El futuro pasa por los organoides… o no
Algunos investigadores, como Leyre Urigüen, confían en los organoides cerebrales para simular patologías mentales. Otros, como Nutt, dudan de su utilidad real y advierten sobre los dilemas éticos que plantearía crear mini cerebros que puedan experimentar sufrimiento.
¿Freno ideológico?
La antipsiquiatría, nacida en los años 60, también ha influido negativamente. Según Leza, existe una corriente que niega la existencia de la enfermedad mental, atribuyéndolo todo a problemas sociales.
Nutt denuncia que en países como Reino Unido se invierte en cáncer pero no en esquizofrenia, lo cual califica como una decisión puramente política.
Repensar la investigación
Nutt propone abandonar el modelo rígido de los ensayos clínicos aleatorizados (RCTs), que considera caros, ineficaces y poco adecuados para la psiquiatría. Para él, la clave está en volver al espíritu explorador de los años 50 y 60, donde la serendipia y la observación jugaron un papel esencial.
¿Una nueva era con psicodélicos?
Eduard Vieta se muestra optimista respecto a los psicodélicos, como la psilocibina y la DMT, por su potencial para “resetear” el cerebro en casos de depresión severa o trastorno bipolar. Ya se están viendo resultados impresionantes en ensayos clínicos.
Obstáculos regulatorios y económicos
Nutt, sin embargo, se muestra más escéptico. Cree que los trámites regulatorios y la falta de interés comercial pueden frenar su implementación:
“No es solo un medicamento, es medicamento más terapia, y eso complica todo para los reguladores”, señala.
¿Un cambio real es posible?
Aunque las barreras son altas, algunos países ya están actuando. En Australia, organizaciones como Mind Medicine pueden administrar psilocibina y MDMA en entornos controlados, marcando una posible vía de innovación terapéutica que no dependa de intereses comerciales.