Motivos para mantener la calma ante el «coronavirus»

Mantener la calma

El miedo nunca fue un buen consejero y menos aún cuando es injustificado. El nuevo coronavirus, SARS-CoV-2, que provoca la enfermedad conocida como COVID-19, se ha expandido muy rápidamente por todo el mundo y en Europa hay un brote bastante amplio en Italia. Los profesionales sanitarios repiten una y otra vez que no hay motivos para una alarma social. Y sigue siendo válida la afirmación de que el nuevo coronavirus no es más preocupante que el virus de la gripe.

Javier Arranz, portavoz del Grupo de Enfermedades Infecciosas de la Sociedad Española de Medicina de Familia y Comunitaria (Semfyc), considera muy probable que el número de casos aumente de forma significativa en España, por lo que habrá que ir “modificando las intervenciones sanitarias para adaptarlas a los cambios que se producen”, tal y como se viene haciendo desde el inicio de la epidemia en China a finales de 2019. “Las medidas que se adoptan no pueden ser las mismas si hay 10 casos que si hay 100”, recalca.

Para Pablo Barrero, médico adjunto de la sección de Enfermedades Infecciosas y Tropicales del Hospital La Paz-Carlos III, de Madrid, y profesor del Máster de Bioética de UNIR, lo más importante en estos momentos es que la población “no se alarme ni sature los servicios sanitarios si no tiene ningún síntoma”. Máxime, en un momento en el que la gripe aún se encuentra en plena temporada.

La situación de la epidemia en la mañana del martes 25 de febrero es la siguiente:

  • Más de 80.000 afectados por COVID-19 en 37 países.

  • Más de 2.700 muertes, la gran mayoría de ellas en China.

  • Más de 280 casos y 7 fallecidos en Italia.

  • 4 casos confirmados en España y varios en estudio.

Certezas e incertidumbres

Hay muchos aspectos del nuevo coronavirus que todavía se desconocen, pero eso no significa que se haya perdido el control. Arranz comenta que “el número de casos está disminuyendo en China, donde también descienden los casos sospechosos y aumentan las altas hospitalarias”. En opinión del médico de familia, esto significa que, probablemente “la curva de transmisión del virus esté bajando en el foco principal”.

Sin embargo, al mismo tiempo se están produciendo brotes relevantes en otros lugares, como Corea del Sur e Italia. En Japón es previsible que aumente el número de casos tras el fin de la cuarentena y el desembarco de los pasajeros de un crucero en el que se han registrado más de 600 casos y 3 muertes.

El experto apunta que brotes como el de Italia “crean mucha alarma porque afectan a un número considerable de personas”. En este sentido, reconoce que podrían constituir “un indicio de que nos acercamos a una pandemia, en la que en todos los países se produce ya una transmisión mantenida”.

Lo cierto es que no se sabe cuándo acabará la epidemia. Si el SARS-CoV-2 tuviese un carácter estacional como el de la gripe, podría desaparecer con la subida de las temperaturas en primavera-verano. Pero es algo que todavía se desconoce. Además, hay otras variables que pueden influir en su continuidad.

No obstante, tal y como apunta Barrero, el frío “confiere mayor susceptibilidad a contraer todo tipo de infecciones”. Con la llegada del verano disminuiría, además de esa vulnerabilidad, la tendencia al “hacinamiento” en lugares cerrados propia del invierno.

Hay algunas cosas sobre el virus que empiezan a estar claras:

  • En proporción con la gran cantidad de casos, el número de fallecimientos no es excesivamente alto. La tasa global de mortalidad se sitúa en torno al 2%. Las muertes se producen, en la inmensa mayoría de los afectados, en personas con patologías graves previas. De ahí que a veces no se pueda determinar si un individuo ha muerto de o con coronavirus.

  • El factor edad está bastante confirmado. La mortalidad se sitúa en torno al 15% en mayores de 80 años, reduciéndose a menos el 1% en menores de 50. En la infancia desciende aún más. “En niños menores de 9 años no hay ni una sola muerte por coronavirus comunicada”, asegura Barrero.

  • Más del 80% de los casos son leves. “Estos datos proceden de un estudio con más de 70.000 casos”, subraya Arranz. “La gravedad es incluso un poco inferior a la de la gripe”.

  • El virus se transmite muy fácilmente y va a afectar a un gran número de personas porque, a diferencia de lo que ocurre con el virus de la gripe, al tratarse de un virus nuevo, no existen ni defensas por haber pasado la enfermedad ni, por supuesto, vacuna.

El médico de familia cree que la situación puede verse desde dos puntos de vista: el individual y el global. El primero es el más tranquilizador para las personas sanas: “Si cojo el virus, podré salir adelante sin problema porque no padezco ninguna enfermedad”. La perspectiva global es la que obliga a las autoridades sanitarias a adoptar medidas de contención porque una epidemia que afecte a una parte importante de la población supone que un número importante de personas van a necesitar atención específica por su situación de mayor vulnerabilidad, muchos trabajadores van a estar de baja, se van a cancelar reuniones y eventos…

Mascarillas y otras medidas de protección

Las mascarillas están agotadas en las farmacias españolas, a pesar de que Arranz y el resto de profesionales sanitarios insisten en que “no hay que utilizarlas” porque “no parece que las barreras físicas protejan mucho”. Las mascarillas deberían reservarse para aquellos lugares en los que se han detectado muchos casos de la enfermedad en un espacio reducido.

La Organización Mundial de la Salud (OMS) recomienda a las personas sanas que usen mascarilla solo si atienden o son familiares de una persona con COVID-19 o con sospecha fundada de tener la infección.

Barrero comenta que sería recomendable instaurar la costumbre sanitaria, ya establecida en países asiáticos, de que aquellas personas con síntomas respiratorios lleven mascarilla cuando van a estar en contacto con otras personas (en el metro, en el cine, etc.).

Además, en caso de sospecha de gripe u otras infecciones respiratorias, entre ellas el nuevo coronavirus, se recomienda evitar el contacto con las personas más susceptibles: los ancianos y los enfermos crónicos.

En todo caso, el lavado de manos frecuente es la principal medida de protección, así como procurar mantenerse a distancia de otras personas y evitar tocar cosas con las manos en lugares que pueden haber estado expuestos al virus.

En lo que se refiere a los viajes a otros países, Arranz apela al sentido común. “Si yo tuviese previsto un viaje a Italia, no lo cancelaría. Si tuviese que ir a Lombardía, iría con todas las precauciones necesarias; si tuviese una reunión, intentaría aplazarla o celebrarla por videoconferencia”.

El virus del pánico y la desinformación

La falta de información y la desinformación dan alas al miedo en general y, en este caso concreto, al coronavirus. Pero hay algo más. Muchas personas siguen sintiendo miedo, o incluso pánico, tras recibir información clara y rigurosa; por ejemplo, emitida por el Ministerio de Sanidad o de la Organización Mundial de la Salud (OMS). ¿Por qué?

José Ramón Ubieto, profesor de los Estudios de Psicología de la Universidad Abierta de Cataluña (UOC), explica que el miedo “es un fenómeno muy antiguo. Cada vez que hay una epidemia o un atentado terrorista surge el miedo y la novedad respecto a otros momentos es la viralización a través de las redes sociales”

El aumento de la movilidad, es decir, lo que se conoce como globalización, y el tipo de discursos que se emplean para relatar las epidemias no contribuyen a calmar a la población. En esta situación, hay quien “puede agitar el miedo en beneficio propio; para cerrar fronteras con intereses comerciales o para frenar la inmigración, o bien para criminalizar a un colectivo al culparlo de terrorismo o de una epidemia”.

La cancelación del congreso Mobile en Barcelona, en un momento en el que todavía no se había registrado ningún brote como el de Italia en Europa, reveló el auge actual de dos fenómenos. Por un lado, la creciente judicialización de la vida, de modo que, según el psicólogo “cualquier situación puede acabar siendo susceptible de una acción judicial, lo que lleva a una reacción defensiva”. Por otra parte, las empresas se mueven impulsadas por el “miedo al daño de la imagen corporativa”.

La tecnología añade “un elemento nuevo: la desinformación”. Ubieto expone que un estudio realizado en 2018 sobre la objetividad de las informaciones emitidas a través de redes sociales reveló que “el 40% eran falsas”. Y una investigación más reciente mostró que “más de 13.000 entradas sobre coronavirus en las redes sociales eran falsas”.

Finalmente, para completar el caldo de cultivo que fomenta el miedo, la credibilidad de los líderes, especialmente de los políticos, no vive su mejor momento. Por eso, muchas veces se da más crédito a un mensaje anónimo de Whatsapp que a una declaración de las autoridades sanitarias.

Fuente: cuidateplus.marca.com

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