Medicamentos como la retatrutida logran perder hasta el 24% del peso. La nueva generación supera al Ozempic y revoluciona el tratamiento de la obesidad.
La revolución farmacológica contra la obesidad
Durante años, el mensaje ha sido el mismo: «muévete más y come menos». Sin embargo, esta fórmula solo funciona a corto plazo en menos del 20% de los casos. La nueva generación de fármacos antiobesidad, como la retatrutida o Cagrisema, no solo ofrece resultados más eficaces que el popular Ozempic, sino que también están cambiando la visión médica sobre el sobrepeso.
Más allá de Ozempic: los nuevos protagonistas
El origen del cambio
En 2017, la FDA aprobó la semaglutida (Ozempic) como tratamiento para la diabetes. Su efecto secundario fue una pérdida de peso del 15% en 68 semanas, lo que lo convirtió en un fármaco de referencia para tratar la obesidad.
Tirzepatida y retatrutida: doble y triple acción
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Tirzepatida (Eli Lilly): combina GLP-1 y GIP, imitando dos hormonas que regulan el apetito y el metabolismo. Ha logrado una reducción de peso del 20% en 72 semanas.
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Retatrutida (también de Lilly): suma al GLP-1 y GIP el glucagón, con resultados prometedores: hasta un 24% de pérdida de peso. Su aprobación podría llegar en 2027.
Cagrisema: otra apuesta potente
La farmacéutica Novo Nordisk presenta Cagrisema, combinación de GLP-1 y un análogo de amilina, que ralentiza el vaciado gástrico y reduce el apetito. En ensayos, logró una reducción del 22,7% del peso en 68 semanas.
A pesar de su eficacia, la acción de la empresa cayó un 29% tras la publicación de estos datos, reflejando la extrema competencia del sector.
Un mercado en plena expansión
La industria farmacéutica se ha volcado con estos tratamientos. Más de 100 compuestos están en fase de prueba, y se prevé que este mercado alcance los 100.000 millones de dólares en 2030.
Cómo funcionan estos medicamentos
Los fármacos actuales imitan hormonas digestivas (como GLP-1, GIP, amilina y glucagón) que:
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Activan la sensación de saciedad
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Regulan el metabolismo del azúcar
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Modifican la respuesta del cuerpo a los nutrientes
Esto hace que la regulación del apetito y el control del peso ya no dependan exclusivamente de fuerza de voluntad o dieta, sino de una intervención más precisa sobre la biología del paciente.
Medicina de precisión para la obesidad
Andreea Ciudin, del Hospital Vall d’Hebron, destaca que estos avances permiten avanzar hacia una medicina personalizada:
“No todos necesitan tres hormonas. Con algunas personas basta con una o dos”, explica.
Este enfoque permitiría ajustar el tratamiento a las necesidades de cada persona, iniciando con el triple agonista y reduciendo progresivamente el número de compuestos.
Más que adelgazar: beneficios metabólicos
Efectos más allá del peso
Manuel Tena, catedrático de Fisiología, recuerda que estos fármacos también:
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Mejoran el perfil metabólico
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Aumentan la sensibilidad a la insulina
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Pueden revertir la diabetes tipo 2
Pero insiste en que deben usarse junto con cambios en el estilo de vida, no como solución única.
El papel del estilo de vida sigue siendo clave
Alimentación y ejercicio, con otro enfoque
Aunque los medicamentos reducen el apetito, mantener la masa muscular es clave. Por eso, la alimentación de calidad y el ejercicio físico siguen siendo fundamentales en el tratamiento.
“La dieta ya no debe ser tan restrictiva. Ahora su objetivo es preservar la masa muscular y fomentar la salud”, explica Ciudin.
Contra la visión simplista de la obesidad
La obesidad no es solo una cuestión de comer demasiado y no moverse. En muchos pacientes, falta la hormona que regula el apetito, por lo que el problema es biológico, no solo conductual.
“Una dieta muy restrictiva ralentiza el metabolismo, y por eso muchas personas que han hecho varias dietas engordan más fácilmente”, advierte Ciudin.
¿Y si solo se cambia el estilo de vida?
Cristóbal Morales, endocrinólogo, señala que incluso en los grupos placebo de los ensayos, con excelente apoyo nutricional y físico, la pérdida de peso es de apenas un 3% o 4%.
En cambio, los nuevos fármacos aspiran a reducir el peso en torno al 25%, lo que supone una mejora radical en los tratamientos disponibles hasta ahora.